Era una tarde soleada,
viernes 11 de abril de 2014, cuando la sonrisa más bonita del mundo apareció entre
la multitud. Tres treinta de la tarde y ahí estaba yo, terminal de transportes
de pasajeros de Cali, esperando la llegada de un apuesto joven con quien me
escribía desde hace meses por internet.
La
química del amor es una expresión acertada. En la cascada de reacciones
emocionales hay electricidad (descargas neuronales) y hay química (hormonas y
otras sustancias que participan). Ellas son las que hacen que una pasión
amorosa descontrole nuestra vida y ellas son las que explican buena parte de
los signos del enamoramiento. Cuando encontramos a la persona deseada se
dispara la señal de alarma, nuestro organismo entra entonces en ebullición. A
través del sistema nervioso el hipotálamo envía mensajes a las diferentes
glándulas del cuerpo ordenando a las glándulas suprarrenales que aumenten
inmediatamente la producción de adrenalina y noradrenalina (neurotransmisores
que comunican entre sí a las células nerviosas). Sus efectos se hacen notar al
instante, el corazón late más de prisa (130 pulsaciones por minuto), la presión
arterial sistólica (lo que conocemos como máxima) sube.
Así
comenzó todo, descendió de un bus automotor y sus ojos me buscaban en aquel
lugar, no me encontraron y decidió marcar a mi celular. Después de ubicarme empezó
a caminar hacia mí. ¡Por Dios! Me temblaba todo, mis manos estaban frías y mi
boca no sabía que iba a decir pero ¡Oh sorpresa!, se acercó a mí y sin mediar
palabra me beso, ¡siiiii! así de la nada me beso. No le importo su alrededor,
ni siquiera me lo consulto, sólo me besó.
No se imaginen el beso común. Creo que quería sorprenderme y lo logró.
Sentada en una silla sin espaldar, puso su mano derecha sobre mi espalda y la
izquierda sobre mi cara, sus labios contra los míos y mi cuerpo en un ángulo de
casi 180 grados. No sé cómo lo hizo pero ahí estábamos los dos, besándonos por
primera vez ¡cómo de película! Ese es ahora mi galán, el galán de mi película,
está próximo a cumplir 21 años, tiene unas cejas espectaculares y una sonrisa
deslumbrante.
El
amor, esa vaina sin explicación que la neurociencia expone desde una
perspectiva química. Se ha descubierto que en el amor, el cuerpo libera
sustancias que provocan distintas reacciones principalmente la dopamina, la
serotonina y la oxitocina. La Doctora Helen
Fisher (profesora
de antropología e investigadora del comportamiento humano en la Universidad
Rutgers), así como Bianca P. Acevedo y Arthur Aron (Doctores en psicología en
la universidad Stony Brook en Nueva York) han estudiado el amor romántico desde
un punto de vista científico durante muchos años. Sus estudios han dado lugar a
conclusiones importantes, como por ejemplo: cuando
los enamorados observan a la persona de su interés se incrementa la producción
de dopamina que se asocia con una energía excesiva, euforia, y atención
enfocada al amado así como un aumento de serotonina que incrementa la felicidad.
Entonces, aquella tarde yo era más dopamina y serotonina que cualquier otra
cosa.
El
ocho de cada mes celebramos ser novios, el primero de cada febrero celebramos
la aparición del uno en la vida del otro. Después de esa tarde soleada nos
dimos a la tarea de conocernos y unos meses más tarde, la de querernos. Hoy por
hoy son 15 meses a su lado. Dios quiera que sean muchos más. No obstante, entre
todas estas explicaciones bioquímicas que podrían terminar arrancándole al amor
su mágico misterio, hay una verdad que se sostiene como un templo: mantener por
mucho tiempo una relación, es mas de razón, comprensión y habilidad. Entonces
¿Qué hacer para lograr que esta química inicial no se diluya? La respuesta es
fundamentalmente una: amar con
inteligencia.
El estudio realizado por estos tres doctores sugiere que experiencias
nuevas y satisfactorias entre la pareja puede provocar la producción de
dopamina, que sería algo así como re – enamorarse. Otro secreto de las
relaciones duraderas, según la Dra.
Fisher es el prolongar las ilusiones positivas. Es decir, ver siempre el lado
positivo del compañero de vida, lo que de alguna manera ayuda a estar
satisfechos con la relación y no dejar que la monotonía apadrine el amor.
¿Qué más les puedo
contar? Es maravilloso, disciplinado y entusiasta, ¡que afortunada soy de haberlo
encontrado! Cientos de miles de habitantes en el planeta y desde esa tarde empezamos a ser solo dos.
Ahora nos apoyamos, aprendemos y crecemos juntos. Me dice cosas bonitas, me consiente y manda
rosas a mi puerta. Lo importante, sin embargo, más
que saber qué sustancias u hormonas secreta nuestro cuerpo al estar enamorados,
es saber que el amor es verdadero y puede durar toda la vida, si tan solo
hacemos lo posible por otorgarle a nuestra pareja momentos inolvidables.
Después de todo como dice la Dra. Fisher,
“Puedes conocer todos los ingredientes de un pastel
de chocolate y todavía encontrarlo delicioso”.
Somos más que solo sustancias
químicas.
Por Lina Esmeralda Alegría
Comunicación social y periodismo.
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